Se suele advertir que las personas se comportan como “teóricos
de rasgos” cuando juzgan actos ajenos, y como “conductistas” cuando juzgan los
propios. Así, por ejemplo, si alguien llega tarde a una reunión, podemos
inferir que lo hace porque se trata de “una persona impuntual” (un rasgo
interno permanente), mientras que si nosotros somos los que llegamos tarde,
atribuimos esa eventualidad al influjo de causas externas sobre nuestra
posibilidad de acción (falta o retraso de transporte, inconvenientes,
descoordinaciones, etc.).
En esa misma línea, es fácil ver la inconsecuencia del
pensamiento que se presenta como antítesis de la perspectiva conductual
examinando expresiones de autores típicos en manuales de abundante difusión
entre psicólogos y educadores; como por ejemplo Desarrollo Humano de Papalia,
Wendkos y Duskin (reedición del año 2010, McGraw-Hill), de tendencia predominantemente
cognoscitiva, donde, después de dicotomizar las teorías de dicho ámbito en
modelos “mecanicista” y “organicista” se dice: “El conductismo es una teoría
mecanicista que describe la conducta observada como una respuesta predecible a
la experiencia… La investigación conductista se centra en el aprendizaje
asociativo…” (p. 28); y se dan seguidamente descripciones bastante elementales
del condicionamiento respondiente y operante, como para descartar su valor como
herramientas conceptuales para analizar la conducta humana compleja. Sin
embargo, en el mismo libro, en el marco de una disquisición sobre la tecnología
de la reproducción asistida y la proliferación de métodos y regulaciones al
respecto, las autoras señalan que: “Una cosa parece segura: en la medida que
haya gente que quiere hijos pero es incapaz de concebirlos o de llevarlos a
término, la inventiva humana y la tecnología propondrán nuevas maneras de
satisfacer sus deseos” (p. 434).
¿Esto no es, acaso, un reconocimiento “in pectore”
de que la cognición es la que está subordinada a las leyes de la conducta y no
al revés? Porque según sus propias palabras,
evidentemente lo que llaman “la inventiva humana” se mueve al son del
condicionamiento operante, al depender de la posibilidad de “satisfacer deseos
de procrear hijos”; es decir, de ser reforzada.
Contradiciendo las ingenuas creencias académicas sobre que "el condicionamiento operante necesita de un laboratorio para demostrarse", hay que decir la verdad: basta observar la vida humana en sus infinitas manifestaciones convencionales cotidianas para ver fácilmente que casi toda ella marcha en función a las consecuencias que genera en cada momento, y que la van moldeando históricamente de acuerdo con pautas de privación y saciedad. La televisión mantendrá sus tipos de programas y estilo de emisión mientras tenga un alto rating de audiencia; las personas mantendrán su costumbre de saludar a otros mientras esos otros les respondan el saludo; los individuos tenderán a pensar en “algo especial” mientras ese “algo especial” tenga efectos sobre su vida; la gente tenderá a elegir entre opciones de acuerdo con el beneficio, la comodidad o la menor aversividad que le generan, etcétera. Incluso el mundo de las ideas está sometido, tanto como el de los negocios, a las leyes operantes. Esto no tiene nada que ver con el "mecanicismo", ni significa negar ni subestimar la consciencia ni la cognición en la regulación del comportamiento, sino ponerlas en su justo nivel.
Contradiciendo las ingenuas creencias académicas sobre que "el condicionamiento operante necesita de un laboratorio para demostrarse", hay que decir la verdad: basta observar la vida humana en sus infinitas manifestaciones convencionales cotidianas para ver fácilmente que casi toda ella marcha en función a las consecuencias que genera en cada momento, y que la van moldeando históricamente de acuerdo con pautas de privación y saciedad. La televisión mantendrá sus tipos de programas y estilo de emisión mientras tenga un alto rating de audiencia; las personas mantendrán su costumbre de saludar a otros mientras esos otros les respondan el saludo; los individuos tenderán a pensar en “algo especial” mientras ese “algo especial” tenga efectos sobre su vida; la gente tenderá a elegir entre opciones de acuerdo con el beneficio, la comodidad o la menor aversividad que le generan, etcétera. Incluso el mundo de las ideas está sometido, tanto como el de los negocios, a las leyes operantes. Esto no tiene nada que ver con el "mecanicismo", ni significa negar ni subestimar la consciencia ni la cognición en la regulación del comportamiento, sino ponerlas en su justo nivel.
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