domingo, 16 de enero de 2011

Estos Son Los Tratamientos Psicológicos Eficaces


- La Sociedad Española para el Avance de la Psicología Clínica y de la Salud mantiene online un documento que realmente vale la pena. De él extraigo literalmente los siguientes conceptos:
"Determinar que un tratamiento es eficaz es una labor de la comunidad científica (investigación y universidad) y de la comunidad profesional de un campo de trabajo (el Colegio Oficial de Psicólogos, y sociedades profesionales de psicología clínica). La comunidad científica no se restringe a un país, no conoce fronteras. Muchos de los tratamientos psicológicos, así como la evaluación de su eficacia, han sido desarrollados por científicos y profesionales de otros países, pero, sea cual sea su origen, el punto clave es que se haya demostrado científicamente su eficacia y así lo reconozcan las sociedades científicas y profesionales de psicología".
"Es evidente que en el campo de los tratamientos psicológicos, como en el de cualquier otro tipo de tratamiento, la sociedad tiene derecho a saber qué es realmente eficaz y qué no, y tiene derecho a presionar a los profesionales para que demuestren que lo que hacen vale para el objetivo establecido, en este caso aliviar el sufrimiento humano y mejorar la calidad de vida. Éticamente, como profesionales, no es admisible que se utilicen tratamientos sin preocuparse por constatar si realmente valen para algo".
"El establecimiento de la psicología como disciplina científica implica la adhesión a los requerimientos empíricos que la comunidad científica exige. La existencia de diferentes enfoques terapéuticos hace que resulte imperante la necesidad de estudios comparativos acerca de la eficacia de sus intervenciones.
Con el objetivo mencionado, la Task Force para la promoción y difusión de los procedimientos psicológicos de la División de Psicología Clínica de la APA (Asociación Psicológica Americana) ha desarrollado una metodología de evaluación para estudiar la eficacia de los tratamientos psicológicos. De esta manera se protege el derecho del paciente a recibir aquellos tratamientos que se han demostrado más eficaces para el trastorno presentado.
Como resultado de estos estudios se observa una predominancia absoluta de las técnicas conductuales o cognitivo-conductuales en las guías de tratamientos empíricamente validado".
- Por tanto, procede la tarea divulgativa acerca de qué tratamientos psicológicos son eficaces de acuerdo con los estándares oficiales, tanto más cuanto hay alguna gente a la cual le gusta "pasarse de viva" al promocionar entre los estudiantes de psicología supuestas técnicas consideradas (según los gurúes respectivos) como las mejores en la disciplina, pese a que ni siquiera aparecen en las listas de la APA. Igualmente, si vamos a Wikipedia encontraremos un artículo muy sesgado y desactualizado en el que se ponen en el mismo saco todos los tratamientos, ocultando adrede (no creo en casualidades ni en ingenuidades, los datos son de dominio público hace bastante tiempo) lo dicho en los anteriores párrafos.
- Con ese propósito se difunden las siguientes tablas:
¿Por qué las técnicas conductuales son más eficaces?

Se propone que es la articulación entre la teoría y la práctica del paradigma la que posibilita esa eficacia. Dicha articulación no es perfecta ni uniforme, ya que hay muchas tendencias teóricas y prácticas que se entrecruzan o compiten, pero resulta suficiente para formular un número de principios certificados por la experimentación que permiten producir una tecnología razonablemente confiable.

jueves, 6 de enero de 2011

Dos Libros Recomendables de Introducción a la Psicología de la Personalidad

Más de una vez en este blog y otros escritos me he pronunciado en contra de las “introducciones a la psicología..." hechas por uno o más autores con tendencia teórica no declarada (¿se puede no tener cierta tendencia teórica?). Estas formas encubiertas de hacer propaganda a favor de ciertas ideas en nuestra disciplina bajo el manto de una supuesta imparcialidad o erudición máxima, y al amparo de un aparato editorial poderoso que les da el respeto a lo que dicen como si se tratara de oráculos, son el vehículo principal de manipulación de la comunidad juvenil. Ese estudiantado, ávido de informaciones generales para simple consumo inmediato, se ve dirigido mediante afirmaciones con certeza canónica, muy simples y a veces como dichas al paso, hacia aquello que es conveniente para grupos de profesionales con orientaciones nada neutrales.
Un ejemplo entre muchos: en el libro Introducción a la psicología escrito por Charles Morris y Albert Maisto (1995/2005), se dice que: “A diferencia de los conductistas, los psicólogos cognoscitivos creen que los procesos mentales pueden y deben ser estudiados científicamente” (p. 44). Vaya simplismo decimonónico, que reduce toda una compleja discusión empírica y epistemológica a un "creer" o no "creer" en "procesos mentales". Y eso en un libro que se pretende "científico"... Si tenemos en cuenta la típica impresión vulgar respecto de cuestiones relativas a la naturaleza cuerpo-mente, dicha referencia (por demás inexacta) no puede menos que evocar una reacción de desagrado entre personas no iniciadas técnicamente en la psicología ni en el método científico. Ellas pueden pensar: “¡Ah... esos pobres conductistas... son tan tontos y tan dogmáticos que no creen en los procesos mentales...!” Desde allí ya se puede esperar que en lo sucesivo construyan o refuercen una animadversión hacia todo lo que les huela a “conductismo”.
Por eso es loable que aparezcan obras que, aunque siguen el tradicional esquema de presentar teoría tras teoría, no simplifican ni sesgan con comentarios impertinentes aquellas que no le gustan al autor, además de ser actualizadas. En este sentido, son interesantes los aportes de Cloninger (2000/2003) y de Feist y Feist (1985/2007) en el rubro de introducción a las teorías de la personalidad.
El de Cloninger es el primero que incluye el enfoque de Arthur Staats al lado del de Skinner entre las teorías conductistas, lo que constituye todo un AVANCE en la medida que Staats suele ser un teórico frecuentemente ignorado por romper con los moldes tradicionales y estrechos de lo que se entiende por conductismo. Dicha inclusión resulta afortunada y justa por lo menos en cuanto a la exposición de los supuestos de la teoría mencionada.
En cuanto al de Feist y Feist, si bien se ajustan al tradicionalismo de "esconder" la mayoría de teorias conductuales dándole en cambio mucha tribuna a las demás, enfocan el tema desde un punto de vista objetivo al juzgar las teorías por primera vez teniendo en cuenta seis criterios científicos definitorios de su bondad: capacidad para generar investigación, refutabilidad, organización de los datos, utilidad como guía práctica, coherencia interna y sencillez. Es relevante también que en su exposición de la teoría skinneriana no caen en el fácil expediente de descalificarla como se hace en otros libros de teoría de la personalidad, sino que se esfuerzan por interpretarlo correctamente.
En suma, dos libros recomendables en el campo de la psicología de la personalidad. Ambos cuentan con revisiones puestas a punto hasta el momento de las ediciones más recientes.

PD.- Un par de meses después de escribir esto revisé otra obra reciente sobre personalidad (R.N. Sollod, J.P. Wilson & F.F. Monte, 2009. Teorías de la personalidad: Debajo de la máscara. México: McGraw-Hill), el cual es ya un verdadero monumento a la estrechez teórica sobre temas de conducta. Para empezar, ignora a Skinner y a Staats. Además, cuando se refiere a las teorías de Bandura y Eysenck, las connota como ajenas al punto de vista conductual, llegando a afirmar que Bandura es "malinterpretado como conductista" a partir de una carta autobiográfica que le dirige a Wilson, en la cual sólo le confiesa sentir  que "nunca encajó en la ortodoxia conductual" ¡Por Dios! ¡para "entender" así semejante declaración es evidente que Wilson, o es un cerrado anticonductista, o nunca leyó los libros de Bandura de toda la década del 60 y comienzos del 70! y, más adelante, justifica su discurso dando una cátedra de lo que según él es "el conductismo": algo que "sólo se vale del condicionamiento sin considerar procesos de cambio cognitivo" (p. 336). Más ignorancia o rigidez de interpretación no se puede pedir. 
Ojala la editorial McGraw-Hill no reimprima este bodrio.

REFERENCIAS
  • Cloninger, S.C. (2000/2003). Teorías de la personalidad. México: Pearson Educación.
  • Feist, J. y Feist, G. J. (1985/2007). Teorías de la personalidad. Madrid: McGraw-Hill Interamericana.
  • Morris, Ch. y Maisto, A. (1995/2005). Introducción a la psicología. México: Prentice Hall.

PSICOGRAFÍA MARXIANA

Si hubo una pasión intelectual en mí antes de ser conductista es el marxismo. Hoy veo la doctrina socialista tan poco benéfica en términos prácticos como irrealizable y me impacienta el discurso de los “románticos” de izquierda, pero otrora fue mi punto de mira, y debido a eso profundicé colateralmente sobre la psicografía de sus propulsores, entre ellos en primerísimo lugar —como no podía ser de otra manera—, Kart Marx.
Rescato como las mejores biografías del filósofo alemán las de Nicolaievski y Maenchen-Helfen (1937/1973), Berlin (1963/1973), Blumenberg (1962/1985) y, por supuesto, Mehring (1918/1968), el más parcial de todos. En ellas fluye una multitud de sugerentes pistas sobre la personalidad de Marx que deseo apuntar en esta entrada porque me parecen sumamente extrañas y escasamente conocidas, quizá por ser propias de un individuo tan notorio. Él no era ni un villano ni un héroe, sino un hombre de magnífico alcance intelectual que, sin embargo, no careció de defectos ni de tremendas contradicciones.
KARL MARX
Marx era en primer lugar un estudioso apasionado que, al decir de Bakunin, su gran rival ideológico contemporáneo, no tenía parangón en cuanto a sus muchas y provechosas lecturas. Era tal su capacidad de concentración que cuando trataba de “escapar” un tanto a su pesada labor analítica del mecanismo capitalista, se entretenía nada menos que jugando con cálculo infinitesimal. En sus jornadas de consulta y estudio en la Biblioteca de Londres era el primero en entrar y el último en salir. Navegaba entre montañas de documentación extractando lo principal gracias a su enorme cultura humanista y preparación económica.
No obstante, a pesar de que era extraordinariamente escrupuloso en su acopio de datos para poder escribir sobre algo, es cierto también que la misma pasión que ponía en la tarea lo traicionaba, y a veces sacaba conclusiones no muy realistas. Le pasó por ejemplo con la biografía que hizo de Simón Bolivar, plagada de errores y de juicios condenatorios injustos sobre el caudillo americano, y algunos afirman que también hizo una mala interpretación de la aventura revolucionaria de los comuneros blanquistas en 1870, a la que alabó sobremanera pese a que contrariaba sus propias enseñanzas.
Si ha de considerarse su repertorio de habilidades sociales y de trato interpersonal, forzosamente se concluye que Marx no era un virtuoso de aquello. Quienes mejor hablan de él entre los que lo conocieron personalmente, se refieren más que nada a su capacidad intelectual y no a su particular don de gentes. De hecho, era una persona fría y de carácter difícil que, si bien era considerado un buen padre y un buen esposo, se llevaba a duras penas con sus amigos más cercanos. Blumenberg (1962/1985; p. 139) señala que ni el propio Engels, el benefactor de Marx, se libró de los duros juicios que éste acostumbraba hacer respecto a sus enemigos acérrimos, como consta en algunas cartas que le dirigió a su esposa (su hija destruyó la mayor parte de esa correspondencia para evitar que se rompiera el secreto, pero no desapareció todo). Cuando falleció la madre de Marx, con quien aquel nunca tuvo una buena relación, se alegró de poder disponer por fin de su herencia, que le sirvió para pagar sus cuantiosas deudas. Antes, con ocasión de quedar “viudo” Engels, Marx le había escrito que hubiera sido mejor que muriera su propia madre en vez de la extinta conviviente del amigo, por razones utilitarias. En cuanto al hijo espurio que tuvo con su ama de llaves, no lo reconoció y jamás se interesó por él. Es más, engañó a su familia haciéndole creer que Engels era el padre, al punto que éste tuvo que desmentir el infundio años después en su lecho de muerte. Y es que, aunque aborrecía la moral burguesa, Marx y su mujer eran muy sensibles “al qué dirán”. Durante toda su vida trataron de aparentar una situación acomodada que no tenían, matriculando a sus hijos en buenos colegios y llevando un tren de gastos típico de clase media gracias al estipendio económico que Engels podía otorgar, y a alguna que otra entrada obtenida a cambio de trabajos ocasionales u otros medios. Su percepción “burguesa-conservadora” de los defectos maritales ajenos también ha quedado retratada en la correspondencia disponible.
ENGELS, MARX Y LAS HIJAS
DE ESTE
En su vida privada Marx era extraordinariamente desordenado. Llevaba, igual que su esposa, el trajín típico del bohemio, siendo capaz de trabajar obsesivamente durante días y después abandonar lo que estaba haciendo para sumergirse en un ocio total. En sus biografías (Nicolaievski y Maenchen-Helfen, 1937/1973, p. 296; Berlin, 1963/1973, p. 194) se suele reproducir el relato de alguien que lo visitó en su casa y describió el ambiente enrarecido por el humo del tabaco, las cosas (incluidos los libros) regadas por el piso y sobre los muebles en mal estado, y las condiciones poco higiénicas de la habitación. A menudo se escondía de sus acreedores instruyendo a sus hijos para que les dijeran “el Sr. Marx no está en casa” cuando se aparecían a cobrar por las subsistencias que le daban a crédito. Justo es decir que su situación económica personal tenía que ver directamente con la opción política revolucionaria que adoptó, y que consideraba un sacrificio necesario.
El pensador alemán (oficialmente apátrida) padeció de diversas enfermedades que se citan para explicar algunos rasgos de su comportamiento amargado y gruñón, e inclusive parte de su actitud frente al capitalismo. Entre otros males orgánicos, Blumenberg (1962/1985) apunta que el temible ideólogo del proletariado tenía tuberculosis, reuma, hepatopatía, forunculosis y migrañas (Todo eso le llevaba a quejarse de que estaba “apestado como Job”). Por lo demás, era un amante de las bebidas espirituosas y un fumador empedernido y, para colmo, de mal tabaco. El resultado en términos de comportamiento era un carácter agrio, irritable y descontentadizo.

HELENE DEMUTH, Ama de llaves
y madre del hijo espurio de Marx
¿Hasta qué punto la teoría marxista en lo que tiene de crítico y radical fue el fruto del comportamiento de un hombre orgánicamente enfermo y psicológicamente perturbado?
Eso no se puede saber, pero tampoco parece muy relevante. Marx no fue el único en delinear las bases fundamentales del proyecto socialista (incluso varios ideólogos antes que él enunciaron fragmentariamente discursos parecidos en los cuales probablemente se inspiró, como reseña Berlin, 1963/1973), y, además, si lo comparamos con sus sucesores, sale en verdad ventajosamente librado. Después de él aquellos que desde el Estado pretendieron seguir al pie de la letra sus enseñanzas no hicieron más que dogmatizar su doctrina y terminaron eliminándose entre ellos por herejía. Ciertamente, como señala el historiador Santos Juliá en su prólogo al libro de Blumenberg, nada garantiza que, de haber tenido la posibilidad física de hacerlo, la revolución soviética no hubiera eliminado al propio Marx en nombre de la teoría marxista.
Sean cual fueren sus problemas comportamentales no cabe duda que Marx fue un tipo genial, y si se equivocó, lo hizo en grande. Después de Jesús y probablemente de Hitler, debe ser el personaje histórico que más literatura ha inspirado sobre su vida y obra, y como ellos, igual de polémica. Quien esté interesado en acceder con brevedad a una serie de objeciones académicas que se le hacen a sus principales ideas económicas puede consultar el ensayo de Bunge (1985, Cap. 12) titulado “marxismo”.
Para terminar, algo que me parece digno de mencionarse, y de lo que un psicólogo conductista puede sacar buen provecho porque coincide con su lógica de análisis, es el punto de arranque de la filosofía marxista, declarado por Marx y Engels (1848/1965) en La Ideología Alemana: "Las premisas de que partimos... son premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía puramente empírica" (p. 19). Creo que no hay una descripción mejor que ésta de lo que es la materia prima del ABC conductual. 

BIBLIOGRAFÍA

  • Berlin, I. (1963/1973). Karl Marx. Madrid: Alianza Editorial.
  • Blumenberg, W. (1962/1985). Marx. Barcelona: Salvat.
  • Bunge, M. (1985). Pseudociencia e ideología. Madrid: Alianza Editorial.
  • Marx, C. y Engels, F. (1848/1965). La ideología alemana. Montevideo: Pueblos Unidos.
  • Mehring, F. (1918/1968). Carlos Marx y los primeros tiempos de la Internacional. México: Grijalbo.
  • Nicolaievski, B. y Maenchen-Helfen, O. (1937/1973). La vida de Carlos Marx. Madrid: Ayuso.

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