sábado, 11 de diciembre de 2010

Divagaciones Académicas Sobre Conducta Verbal, Lenguaje y Habla

Ahora tengo tiempo para ocuparme de lo que me gusta. Después de haber releído la parte de la comedia de Moliere donde discurre sobre “el secuestro de la facultad de hablar” de la hija de Don Jerónimo (El Médico a Palos, Escena IV), y la no menos divertida disquisición de Stalin acerca del pensamiento de los sordomudos en respuesta a las inquietudes de sus camaradas (que aparece en El Marxismo y los Problemas de la Lingüística), termino donde siempre voy cada vez que me propongo “divagar académicamente”: el asunto del lenguaje.
En efecto, como lo apunté hace varios años en el prólogo de un libro mío, uno de mis primeros intereses preprofesionales tras estar practicando modificación de conducta durante cierto período con déficits infantiles relativos a la educación especial, fueron el habla y el lenguaje (de hecho mi tesis teórica versó sobre aquello); y, hoy como ayer, sigo fascinado por semejante tema.
Puesto en el caballo no queda sino empezar a trotar, y allí voy, sin saber exactamente a dónde llegar. Es el privilegio de escribir en un blog propio.

EL DESARROLLO DEL LENGUAJE

Lo primero que fluye como saliendo de un surtidor es que lo más extraordinario del lenguaje es su aparición y desarrollo en el ser humano: la posibilidad de servirse de un pequeño número de sonidos para significar vastamente, y poder referir objetos y sucesos no presentes en el tiempo y el espacio. Si uno va a ponerse en el lugar de un niño preverbal, se dará cuenta de la tarea titánica que supone para él trasladar el peso de su conducta motora y afectiva todavía incipientes al mundo lingüístico. En sus escarceos después de nacer, el bebé se halla poblado de vagas impresiones que poco a poco, a medida que crece, irá recordando —en función al gusto y al disgusto que le provocan— como algo que se repite a veces.
Esa relación entre sucesos y sensaciones de agrado o desagrado presidida por el condicionamiento respondiente, va pasando a una nueva etapa caracterizada por la capacidad que el niño adquiere para utilizar su propia conducta como un medio de autoprocurarse satisfacción (condicionamiento instrumental). Pero allí no queda el asunto: pronto aprende que no todo está a su alcance y que debe emitir conducta selectiva de acuerdo a las posibilidades que se le presentan (discriminación condicional). A todo esto, la experiencia dice que el bebé normal puede emitir palabras aisladas (o algo que se le parezca) alrededor del primer año, combinar dos o más vocablos antes de los dos años y emitir oraciones breves después de ellos. Llegado al punto clave, su aprendizaje anterior se incorpora al manejo del lenguaje como un instrumento de discriminación condicional muy compleja en el marco de un ambiente social-convencional lleno de reglas lingüísticas, y reforzamiento tanto de tipo organizado como arbitrario.

LA INTRUSIÓN PSICOLINGüÍSTICA Y OTRAS CRÍTICAS

La cuestión, si se adopta un punto de vista parsimonioso (es decir apegado a los hechos), es, en realidad, conceptualmente muy simple. Sin embargo, se embrolló de manera fantástica cuando los teóricos psicolingüístas insatisfechos con enfoques de este tipo entraron para instalar estructuras especiales ("representaciones", "dispositivos",    “sistemas de apoyo” y “esquemas”) al interior de la mente que no sólo funcionarían independientemente del lenguaje, sino que lo contextuarían al margen de la interacción con los eventos del medio ambiente. La intrusión de estos teóricos dualistas fue no sólo invasiva sino poco diplomática, dada la forma (ilustrada en multitud de textos) como reaccionaron contra el enfoque parsimonioso acerca del lenguaje ¿Quién puede olvidar las airadas diatribas o juicios sumarios de Chomsky, Bruner, Piaget o Slobin dirigidas a quienes consideran los demonios inspiradores del “empirismo” contemporáneo (los conductistas)? La acritud y desdén con que ellos se refieren, por ejemplo, a alguien (Skinner) que jamás los insultó ni mencionó en sus escritos (e incluso es coincidente en el fondo con algunos de sus asertos generales, como lo advierte Marc Richelle) parece denotar una reacción emocional muy involucrada, como si se sintieran particularmente ofendidos por la terminología y por las conclusiones no dualistas del trabajo de un científico experimental en los dominios humanos.
Con todo, es notorio que no han sido tales teóricos anticonductistas los únicos en reaccionar desfavorablemente ante las extensiones del análisis conductual operante al lenguaje. Cada cual por su lado, también Staats, Ribes y Hayes son muy críticos y proponen reconceptualizaciones del tema basadas en el condicionamiento clásico, en la conducta sustitutiva y en los marcos relacionales. No entraré en esto, que ya he tratado en otra parte (Ψ) . Sólo dejaré en claro que en el punto básico de discusión con los psicolingüístas todos los teóricos conductuales (igual que Vigotsky) coinciden en afirmar que cualquier forma de pensamiento conceptual no precede, sino que sigue a la aparición del lenguaje. Y destacados especialistas en el campo social, como Adam Schaff y George H. Mead están de acuerdo con ello.

DESÓRDENES LINGüÍSTICOS Y SU TRATAMIENTO
Regresando al desarrollo del lenguaje, el caso es que en el transcurso del aprendizaje del habla infantil pueden aparecer irregularidades. Los principales trastornos del lenguaje oral (llamados alteraciones en el campo de la neuropsicología y la patología del lenguaje) son, como se sabe, los de la voz (disfonía, afonía), de la articulación (dislalia, disglosia, disartria), de la articulación verbal (disfemia) y de la locución (mutismo, disfasia, audiomudez, afasia). En condiciones cotidianas, las anomalías del desarrollo del lenguaje implican sólo retardos y articulación indebida. ¿Cómo juzgar que, en un momento dado, el niño experimenta uno u otro problema? Se supone que un niño saludable con progresos normales en su desarrollo físico, peso, dentición, coordinación y otros aspectos (vista, audición, etc.), y en un ambiente socialmente favorable, el habla debe aparecer alrededor de los dos años con ocho meses. Por otro lado, hay algunos niños que incluso hasta los siete años no dominan la emisión de ciertos sonidos. Sólo si esto se ve acompañado de tartamudeo y/o esfuerzo evidente por tratar de emitir sílabas o palabras, debe considerarse el problema como de cuidado.
La disciplina que se encarga de tratar los trastornos más graves es la la logopedia (logos: palabra, paideia: educación). Un caso de gran relevancia en este campo es el de Hellen Keller, una mujer invidente y sordomuda de nacimiento que, gracias a la aplicación de su institutriz (la famosa Ann Sullivan), logró avances impresionantes. Más allá de las imperfecciones del enfoque operante del lenguaje, cabe manifestar que las categorías de conducta verbal definidas por Skinner en su famoso libro son, en comunión con los métodos de modificación del comportamiento, altamente útiles para el manejo de procedimientos logopédicos en el estilo discursivo. Por ejemplo, el entrenamiento conlleva el uso de tactos, ecoicas, intraverbales y textuales para aprender el habla articulada bajo el control de palabras, acciones y objetos, y su extensión instrumental para obtener cambios en el ambiente supone la correcta utilización de mandos. A su vez, las operantes autoclíticas tienen que ver con el uso gramático.
Pese a ello, y pese a que en la práctica se utilizan métodos conductuales para la pedagogía y rehabilitación de los trastornos del lenguaje, usualmente se considera en la enseñanza académica que el enfoque pragmático skinneriano de la conducta verbal es no sólo inútil, sino anacrónico, y se destaca por el contrario la perspectiva chomskiana. Es tan grande la confusión ideológica a este respecto que se prefiere utilizar como guía teórica una concepción que, además de carecer de tecnología, hace distinciones irrelevantes entre competencia y ejecución y está en completa discrepancia con lo que se hace en términos de operaciones sobre el objeto.
Nuevamente, pues, se encuentra aquí el prurito de la actitud reactiva de los dualistas hacia el no-dualismo como algo amenazador que hay que rechazar de plano, y no se percibe la contradicción de tal actitud con el quehacer concreto. Ese es el signo distintivo de toda esta historia del pensamiento lingüístico y la conducta verbal.

viernes, 26 de noviembre de 2010

CONDUCTISMO Y COMPLEJIDAD

Es positivo el afán de aplicar la noción de complejidad a la psicología. La cuestión es cómo. A lo largo del artículo que figura a continuación se reseñan varias de las formas intentadas desde los predios de la dialéctica, del enfoque sistémico y del constructivismo. No obstante, la revisión hecha sobre la base de los pensamientos complejos que pretenden guiar ciertos enfoques psicológicos muestra, en muchas ocasiones, una tendencia a la retórica grandilocuente y superficial que toma vocablos de disciplinas "duras" para aplicarlos con ligereza, y a veces embrollan cuestiones muy simples, como la de que la personalidad cambia durante un lapso de tiempo y las conductas estables de un individuo nunca se repiten de la misma forma. No se necesitan postular "atractores", "espirales" o "turbulencias en el sistema" para entenderlo.
Quizá a raíz de eso la oquedad tecnológica es evidente, a pesar de las abundantes declaraciones dialécticas, sistémicas, dinámicas y constructivistas acerca de lo mucho que aportan al quehacer psicológico, especialmente pedagógico y terapéutico.
Por otro lado, en las formulaciones meta-teóricas de la complejidad se nota inconsecuencia. Pese a la interminable fila de argumentos en pro de la interacción sistémica, ésta se concentra, paradójicamente, en uno de los polos de la relación "subjetividad-objetividad". Casi toda su literatura se compone de un alegato para "retornar al sujeto" en la forma de construcciones mentales (cognición, conación, emoción, etc.) a la manera fenoménica y organocéntrica, y se encuentran contadísimas declaraciones a favor de la conducta como la misma relación dinámica o fluir de interacciones entre el organismo y el medio. Por lo demás, incluso esto sin mayor especificación molecular o pragmática, pese a la afirmación de que lo complejo subsume lo simple y lo macroscópico incluye lo microscópico.
En suma, en el desarrollo de los pensamientos y corrientes psicológicas que se guían (o dicen guiarse) explícitamente por la noción de complejidad hay ciertos aspectos preocupantes. A saber: excesiva generalidad conceptual, demasiada licencia terminológica y extrapolaciones indebidas de fenómenos sacados fuera de su contexto original, que se aplican sin justificación aparente a la psicología. Eso sin contar la inconsecuencia de referirse constantemente a la interrelación compleja entre el organismo y su ambiente, mientras su verdadero interés redunda sólo en "restaurar" el papel del sujeto por contraposición al supuesto predominio de la objetividad en la ciencia de la conducta, como si la interacción residiera en algún compartimiento mental o cerebral.
En contraste, la ciencia de la conducta en su faceta actual muestra un camino que con su propia terminología técnica, y sin renunciar a la proverbial parsimonia científica, parece cumplir con el objetivo de establecer bases cualitativas y cuantitativas para construir progresiva complejidad en el objeto de estudio, sus categorías teóricas, su metodología y sus aplicaciones. En el artículo se revisan tres enfoques: la teoría de marcos relacionales, el interconductismo y el conductismo psicológico, cuyos desarrollos siguen -cada uno a su manera y a pesar de sus mutuas discrepancias entre sí-, pautas complejas, apoyados por una profusa evidencia experimental.
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El siguiente enlace, del cual he recogido los razonamientos precedentes,  trata el tema mencionado.

COMPLEJIDAD, RETÓRICA DE LA COMPLEJIDAD Y CONDUCTISMOS DE TERCERA GENERACIÓN

viernes, 12 de noviembre de 2010

LA CREATIVIDAD: UNA VISIÓN CONDUCTISTA

Entre las definiciones de creatividad formuladas desde la psicología tradicional no faltan las alusiones a las cualidades de “capacidad del cerebro” o “proceso mental” ligadas al pensamiento original, a la imaginación, a la inteligencia y a la memoria, lo que, por supuesto, no explica nada ni menos aclara cómo fomentar la capacidad creativa fuera de unas cuantas generalidades de sentido común.
En términos conductuales se puede dar una definición técnica y con fundamento empírico. Desde esta perspectiva, la creatividad es una clase de comportamiento emergente que implica la generación de respuestas nuevas a partir de la combinación inédita de desempeños parcialmente ensayados anteriormente por separado, y en condiciones de estimulación no siempre específicas. Más ampliamente, es una forma de interacción con situaciones contingencialmente ambiguas (en las que no hay un criterio de ajuste específico que satisfacer), y que con su actividad permite hacer surgir nuevos criterios para resolver o formular nuevos problemas (Carpio, 2008).
¿Cómo surge esta clase de comportamiento? En los experimentos de Murray Sidman se ha determinado que la conducta creativa nace de la exposición directa a las contingencias que forman parte de la historia del individuo, sobre la base de numerosas ocasiones en que la situación estimulativa compleja exige emitir discriminaciones condicionales de segundo orden frente a problemas cotidianos que impliquen variedad en forma y complejidad, sin que hayan instrucciones directas y/o explícitas de cómo hacerlo.
Dicha habilidad básica se va moldeando desde las discriminaciones simples, aprendiendo a diferenciar entre estímulos similares, pero más comúnmente se dan casos de discriminación condicional, donde pueden producirse respuestas de elección entre dos o varios estímulos en función a la presencia de un elemento adicional (Pérez-González, 2001). A menudo, en el caso de las personas calificadas como “muy creativas”, los procesos de control de estímulos y reforzamiento de las respuestas de elección variada proporcionados por el entorno social enmarcan su desarrollo con singular énfasis. El control de estímulo se logra propiciando condiciones favorables de tipo infraestructural y de establecimiento de las operaciones, así como utilizando mandos generales similares a “hazlo como creas conveniente”, o “procura ser original”. El reforzamiento incentiva todas aquellas tentativas de variación a la regla o maneras iniciales en las que fue planteada la solución a un problema, Con el tiempo es de esperar que estas acciones de propiciamiento de “contingencias ambiguas” vayan estableciendo un repertorio bajo control de relaciones funcionales derivadas tal como lo precisa Sidman (1994): dadas dos reglas o soluciones moldeadas en dos situaciones A y B, al interactuar en una condición C que tiene algunos estímulos discriminativos, consecuencias o nexos de conducta relacionados con A y B por separado, las personas pueden derivar o proponer una solución para la condición C, combinando las soluciones de las condiciones A y B a través de relaciones de funcionalidad bidireccional arbitraria, sin que se hayan prescrito los procedimientos que había que seguir para ello.
¿Se enseña la creatividad? La “creatividad” propiamente no, pero las habilidades calificadas como creativas pueden probabilizarse enmarcándolas bajo condiciones como las descritas (por ejemplo programando tareas tales como miniconferencias sobre proyectos, elaboración de ensayos, o análisis de casos, etc.; según lo sugieren Vargas & Vargas, 1991), aun cuando no se pueda constituir necesariamente una capacidad o efectividad superior al promedio, como en el caso de los llamados grandes genios o personas de talento. El comportamiento de esa clase de gente está moldeado por contingencias muy especiales que sería difícil replicar, y eso sin considerar otras posibles variables de orden neural o genético que interactuarían con el contexto, dando por resultado aptitudes particulares.
GLOSARIO
  • Comportamiento (conducta): Interacción históricamente construida entre el individuo total y objetos, organismos o eventos generados por su medio ambiente físico, biológico y social. Esta interacción tiene propiedades paramétricas y puede fragmentarse analíticamente de manera molar o molecular, con base en criterios pragmáticos.
  • Contingencia: Conjunto de condiciones bajo las cuales se relacionan funcionalmente la respuesta y sus eventos antecedentes y consecuentes. Puede involucrar más de tres términos, como en el caso de la discriminación condicional. Conceptualmente puede verse como un segmento de interacción temporo-espacial en la cual se relacionan una serie de factores indispensables para que fluya el comportamiento.
  • Control de estímulo: Extensión con que el valor de la presencia de un estímulo o conjunto de estímulos determina la probabilidad de ocurrencia de una respuesta determinada.
  • Criterio de ajuste: Demanda de correspondencia funcional entre la actividad y los eventos del entorno que el individuo debe satisfacer en cada forma de organización de su desligamiento funcional (algo así como el desarrollo de su conducta desde los niveles simples hasta los más complejos).
  • Discriminación: Proceso que comprende el debilitamiento de una respuesta a favor del fortalecimiento de otra, contrastando un estímulo asociado con reforzamiento a otros estímulos no reforzados. La discriminación en una tarea de igualación de la muestra puede verificarse hasta de tres maneras: 1) perceptual, en razón a la semejanza o contraste entre los estímulos, 2) en razón al reconocimiento verbal de las modalidades dadas por el criterio de igualación adoptado, y 3) merced a la identificación del criterio general que regula la tarea de igualación.
  • Discriminación condicional: Forma de discriminación en la cual el reforzamiento de una respuesta a un estímulo depende, o es condicional a, la presencia de otro(s) estímulo(s). En resumen, un esquema de unidades analíticas en la que cada cual se incluye como un componente de la que sigue (control contextual).
  • Estímulo: Fracción del contexto que va, según la elección del observador, experimentador o analista, desde la ocurrencia de un evento físico puntual hasta su combinación o relación compleja entre eventos (clases de estímulos), que se conecta en una relación de funcionalidad con partes de la conducta o su totalidad.
  • Propiedades paramétricas: Geografía (tiempo y espacio), topografía (movimientos, desplazamientos, gestos), fuerza (frecuencia, duración, latencia, intensidad) y probabilidad de ocurrencia.
  • Reforzamiento: Operación de establecimiento o fortalecimiento de una respuesta condicionada mediante la adición de consecuencias que regulen su aparición futura.
  • Relación funcional: Nexo establecido de acuerdo a los cambios sistemáticos producidos por la covariación de dos variables. Por ejemplo entre estímulo y respuesta. Al ser de afectación recíproca, la relación puede ser llamada bidireccional.
  • Respuesta: Fracción de comportamiento respondiente u operante que sirve como unidad de análisis. Su tamaño varía de acuerdo a la elección del observador, experimentador o analista, pudiendo ir desde una simple instancia molecular o ejecución puntual a una clase o secuencia más o menos compleja (molar) de operaciones sobre el entorno en un lapso de tiempo particular. Según las clasificaciones al uso, puede ser “cognitiva” (verbal), “fisiológica” (afectiva) o “motora”.
REFERENCIAS
  1. Carpio, C. (2008). Análisis conceptual de las teorías de la creatividad y proposición de un modelo interconductual. En C. Carpio (Coord.). Competencias Profesionales y Científicas del Psicólogo: Investigación, experiencias y propuestas (pp. 159-245). México: UNAM.
  2. Pérez-González, L. A. (2001). Procesos de aprendizaje de discriminaciones condicionales. Psicothema, 13(4), 650-658.
  3. Sidman, M. (1994). Equivalence relations and behavior: A research story. Boston M.A.: Authors Cooperative.
  4. Vargas, E. A. & Vargas, J. S. (1991). Programmed Instruction: What It. Is and How to Do It. Journal of Behavioral Education 1(2), 235-251.

lunes, 8 de noviembre de 2010

7 PECADOS QUE UN CONDUCTISTA NO DEBE COMETER

"GENEALOGÍA CONDUCTUAL"

Toda condición humana es, no sólo relativa, sino plena de defectos y virtudes. El psicólogo conductista no se exceptúa de esta regla, y es bueno tener claro en qué consiste ese conjunto de cuestiones clave para su desarrollo, formación e imagen profesional y científica. Aquí intento deslizar algunas sugerencias al respecto. de acuerdo con mi particular (y subjetiva) visión del asunto.
Como siempre resulta más fácil identificar aquello que no es conveniente antes que lo contrario, el orden de exposición que emprendo comienza por lo que no debería ser un conductista: sus “pecados” generales. Una aclaración previa justa y necesaria es que yo mismo, como conductista convicto y confeso, no me considero por encima de estas observaciones, por las que creo haber pasado en algún momento y quizá todavía mantengo en algún caso como parte de mi “saldo en negativo”.
Exponer esto en un orden de “siete pecados” es, simplemente, una manera de organizar el contenido de forma atractiva. Me reservo para otra oportunidad hacer la lista de las “siete virtudes”, aunque ya a partir de lo dicho acá el lector podrá sacar sus propias conclusiones.
En suma, aquí va la relación de defectos o “pecados” tal como los concibo:


I. SER EXCLUYENTE

La historia muestra que han existido, y aún coexisten, diversos tipos de conductismo (radical, de campo, psicológico, relacional, molar, y una variedad de conductismos metodológicos tales como el sociocognitivo, multimodal, y otros), que comparten ciertos supuestos. Es más, el conductismo de Watson nace ya como una síntesis de modelos afines anteriores (el conexionismo de Thordnike y el asociacionismo pavloviano). Sin embargo, hay quienes piensan que el tipo de conductismo a que adhieren es el único posible y todos los demás son falsificaciones, o, por lo menos malas interpretaciones.
Esta postura suele ser intolerante para con las demás alternativas, a las que a menudo descalifica por entero. Los conductistas  de algunas orientaciones buscan conformar grupos aislados del resto de variantes conductuales, afirmando de manera explícita o implícita no recoger (aparentemente) ningún concepto, método o aplicación ajenas. Algunas variedades extremas se caracterizan por el continuo planteamiento de nuevos aproximaciones y neologismos para designar o dimensionar fenómenos, procesos o problemas conductuales antiguos de otra manera, en un intento de “reconstruir” la disciplina a su medida.


II. SER CONDUCTISTA SIN SABER QUE SE ES CONDUCTISTA

Una gran población de colegas que trabajan metodológica y tecnológicamente con el análisis conductual de alguna manera cree que lo que hace no tiene que ver con conductismo, o sólo tiene que ver de forma lejana e inconmensurable. Son los “conductistas metodológicos”, identificados ahora con lo que se llama “cognitivismo-conductual” o “cognitivismo” a secas.
Ellos no se sienten tocados cuando advierten una crítica excesiva o disparatada contra los fundamentos conductuales, y peor aún, pueden creer que ese tipo de críticas son correctas y que ellos mismos ya superaron (o nunca pasaron por) dicho “estadio” gracias al culto del E-O-R. Esta nutrida población se inclina a pensar en ocasiones que le debe más a teóricos tales como Piaget, Maturana, Maslow o Erickson que a Skinner o Watson, y que le debe más al constructivismo y a la neurociencia que al análisis experimental del comportamiento. Aquí se da la paradoja de que se proclama teóricamente como “mecanicista” la lógica del análisis comportamental, mientras que en la práctica se le utiliza abundantemente para operativizar los nebulosos constructos que se extraen de enfoques psicológicos no conductuales.


III. SER UNA CARICATURA DEL "CONDUCTISTA"

En alguna medida, felizmente de orden cada vez más restringido, se ven colegas que, por decirlo así, parecen mostrar un especial interés por confirmarle a los contradictores del conductismo que, después de todo, sus críticas tendrían razón... Se esmeran por subrayar el carácter lineal y asociacionista de las conexiones estímulo-respuesta y el límite físico entre “observabilidad” e “inobservabilidad” de la conducta. Pregonan que la mente no existe (entendiendo por tal sólo su versión metafísica) y que lo único analizable es la "conducta" (entendiendo por tal sólo la topografía), en especial de ratas y palomas, estando demás todo lo que huela a “constructos” sin anclaje empírico directo.
Esta postura ultrapositivista rechaza concebir algo en términos de interacciones o de relaciones asintóticas, y carece de flexibilidad teórica. Parece salida de la máquina del tiempo allá por la década del 30, cuando el propio Skinner no escapaba totalmente del experimentalismo fisicalista-empirista.  Por ello constituye un bocatto di cardinale para el paladar de psicólogos educativos, clínicos y psiquiatras anticonductistas, siempre ávido de encontrar debilidades en la posición conductual a fin de exhibirlas como prueba de sus aseveraciones postmodernas contra el uso de la ciencia en una profesión “humanista” como la psicología.


IV. SER DEMASIADO “TEÓRICO”

Estrechamente relacionada con el pecado enunciado como exclusionismo, está la perspectiva de aquellos que cargan demasiado énfasis en los planos teórico y filosófico, sin ligarlos debidamente con la práctica. Son los que por moverse continuamente en un ámbito restringido a la intercomunicación con colegas de su propio enfoque, o por carecer de experiencia profesional, o por ser todavía estudiantes (con todo el entusiasmo juvenil de la “novedad” y de haber “encontrado su lugar” en la discusión paradigmática), se vuelven rígidos en su apreciación conceptual.
Llevada a su extremo, esta postura se convierte en dogmática y excluyente, amén de poco funcional al quehacer aplicativo. La continua preocupación teórico-purista a veces se caracteriza por monotemática, tratando una y otra vez los mismos asuntos cuasi-filosóficos como si fueran el único problema, y negando la posibilidad de que hayan construcciones teóricas distintas a las estipuladas doctrinariamente por el grupo o tipo de conductismo al que adscriben. Lamentablemente, la imagen que se proyecta a través de semejante postura es la de una absoluta inutilidad del análisis conductual para resolver demandas sociales urgentes.


V. SER DEMASIADO “PRÁCTICO”.

La perspectiva en contrario a la anterior se liga, en cambio, a la “inconsciencia conductual” de quienes trabajan en análisis conductual sin aceptarlo plenamente. Quienes se mueven  en este terreno -generalmente con fines comerciales-, suelen ignorar la coherencia sistemática y legal que puede y debe haber entre las cuestiones básicas y teóricas (léase análisis experimental del comportamiento) y las aplicadas (léase modificación o terapia de conducta); e incluso, en la urgencia desesperada de resolver demandas sociales, promueven una forma de eclecticismo desbordante que no se preocupa de integrar procedimientos eficientes de otras aproximaciones dentro de un marco de referencia conductual como debería ser. Dichos procedimientos son tomados como vienen, sin importar su fundamento, a pesar de que en la práctica se aplican con la ayuda del aparato metodológico e instrumental conductista para hacerlas operativas.
La teoría conductual es vista como obsoleta o inexistente y por ello estos colegas toman al azar fundamentos teóricos y filosóficos de otras canteras, aunque sean en muchos casos incompatibles con la práctica que realizan (a veces he encontrado gente que utiliza herramientas conductuales de evaluación junto con el test de Machover, p. ej.). Es más, se cree que lo que hace efectiva la terapéutica es su carácter “cognitivo” o “dinámico” y no “conductual”, pues están convencidos de que a través de la modificación de lo “externo” (la topografía de la conducta) están llegando a cambiar lo “interno” (mental).


VI. SER INCULTO Y SECTARIO

Como dice Bunge, ser culto en esta época no es sólo haber leído las grandes obras clásicas, ni menos ser un lector de novelas actuales tipo best seller, sino estar al día con los avances de la ciencia en general, por lo menos medianamente. Y yo añadiría que para un psicólogo conductista es necesario también conocer algo de lo que proponen sus adversarios. Desde mi punto de vista, en el ámbito profesional no encuentro nada más aburrido que leer artículos o libros conductuales que ignoran o revisan superficialmente argumentos de tendencias psicológicas ajenas, sin intentar siquiera confrontarlos, o mejor aun, compatibilizarlos con el propio enfoque. En suma, eso es exáctamente lo que suelen hacer los anticonductistas con la literatura conductual: descartarla a bulto y crear en su lugar un monigote al cual poder aporrear a gusto. Si criticamos ese tipo de prácticas excluyentes y distorsionadas no podemos repetirlas a nuestra vez.
De hecho, pienso que mucho de lo que se dice desde distintas trincheras de las corrientes psicológicas es lo mismo con diferente lenguaje. Pese a ello, tendemos a exagerar las diferencias y a darle vida a los términos interpretándolos literalmente, sacándolos fuera de contexto. Repito: si otros lo hacen con los escritos conductistas eso no justifica que los conductistas hagan lo mismo. Una adecuada lectura de supuestos ajenos podría ayudar a tender puentes en la comprensión mutua.


VII. SER VITALMENTE INCONSECUENTE

Aunque parezca extraño, en ocasiones se encuentra gente que está consciente de ser conductista y no rechaza ese título, pero cuyas creencias y valores están en completa contradicción con la naturaleza determinista y causal, y al margen de correlatos filosóficos cercanos al monismo y al materialismo. Estos colegas dicen que cuando salen de su laboratorio se convierten en personas "comunes y corrientes", que, por ejemplo, se casan por matrimonio religioso, van a misa los domingos y se persignan cuando pasan frente a una Iglesia. Otros profesan ideas geopolíticas, partidarias o académicas oportunistas, o ideas más cercanas a la superstición que a la razón.
Otros, como conductistas aplicados que son, predican sobre salud y estilos de vida, rubros los cuales como se sabe son actualmente banderas del análisis conductual terapéutico y comunitario (educación para la salud, actividad física, prácticas nutricionales, higiene personal, manejo del estrés, conductas de seguridad, manejo interpersonal, etc.); pero la imagen que dan es la de individuos con graves problemas de estrés y de habilidades sociales, desapego a la disciplina y descuido físico.
Recordemos que la mejor recomendación de un prestatario de servicios a sus usuarios es la de consecuencia con sus propias reglas. Y esto también se extiende a la imagen paradigmática. Ser conductista es también parte de un estilo de vida equilibrado y saludable.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Sobre Buena Conducta Escolar

Según mis registros mucha gente entra a esta página buscando información sobre buena conducta escolar. Para no defraudarlos, dejo aquí algunas pautas de aquello que se entiende por “buena conducta” en el colegio desde un punto de vista comportamental.
Por cierto, esta concepción excede lo que se entiende comúnmente por “buen comportamiento” en el sentido de simple disciplina escolar, ya que de nada serviría tener al frente a un alumno “modelo” pero discapacitado en otro tipo de competencias lectivas. El enfoque debe ser integral. En consecuencia, si se desea lograr un rendimiento satisfactorio del alumno y el consiguiente “aprovechamiento”, las conductas a lograr en términos de altas tasas de frecuencia deberían como mínimo ser las siguientes:
ATENCIÓN: No soñar despierto ni hablar con otros, ni mirar en derredor ni levantarse del asiento.
RESPUESTA: Responder apropiadamente ante una pregunta, hacer el trabajo encargado con puntualidad y en forma completa.
ORDEN: Seguir las indicaciones, obedecer las reglas, terminar los deberes, tener los materiales organizados, esquematizar contenidos. Formación moral y cívica.
EXPLORACIÓN: Capacidad para buscar información, hacer elecciones independientes, preguntar sobre lo que no se comprende o se juzga como incompleto. Requiere repertorios de atención, respuesta y orden previamente formados.
APROBACIÓN SOCIAL: Depender relativamente de la atención y el elogio ajenos.
DOMINIO: Capacidad para utilizar las aptitudes intelectuales (abstracción, comprensión, vocabulario).
REALIZACIÓN: Aplicar el dominio en habilidades y destrezas específicas, solucionar problemas.
En la interacción directa de manejo de clase, estas competencias no deben lograrse utilizando control aversivo generalizado (castigos, sarcasmos, amenazas), sino refuerzo positivo (recompensas sociales, tangibles, cambiables, consumibles, y actividades agradables). Igualmente es importante el modelamiento a través del ejemplo.
Todo esto debe ser planificado a través de programas que incluyan objetivos y análisis de tareas diseñados para ejercitar las diversas aptitudes y capacidades. Asimismo, es necesaria una estrecha coordinación con los padres, siendo apropiado llevar a cabo un entrenamiento en escuela de padres para complementar dentro del hogar lo que se hace en el plantel. 

NOTA COMPLEMENTARIA

Existe una ingenua creencia, muy difundida entre los educadores influídos por el constructivismo, de que sólo la "educación tradicional" (supuestamente "conductista") apela a "recompensas" y "castigos" para llevar a cabo los procesos motivadores del aprendizaje. Esto contribuye a la simplificación y consiguiente desinformación acerca del modelo, así como a la mitificación de enfoques educativos alternos. Lo cierto es que TODOS los maestros, de CUALQUIER orientación pedagógica, utilizan los principios de aprendizaje (refuerzo, extinción, punición, contracondicionamiento, práctica reforzada, modelamiento, planificación contingencial, etc.) para hacer su trabajo. No pueden prescindir de eso. Cómo lo llamen, hagan u organicen ya es otra cosa. Afirmar que los del supuesto "nuevo paradigma" promueven "estilos abiertos", "metacognición" y utilizan "guía constructiva" para que los estudiantes aprendan "por sí sólos", enmascara lingüísticamente que las acciones de que se valen los educadores para promover eso en el aula de clase, son tan objetivas y ceñidas al uso de principios del comportamiento como la aplicación abierta de procedimientos operantes o respondientes.

viernes, 27 de agosto de 2010

Réplicas a las Críticas del Dr. Mariano Yela en su Artículo Sobre "La Evolución del Conductismo"

Ultimamente me he puesto quisquilloso con respecto a las críticas exageradas con apariencia académica que se hacen al conductismo "en general". En este sentido, hace tiempo tenía entre ceja y ceja una respuesta puntual a un escrito bastante antiguo titulado equívocamente "La Evolución del Conductismo", cuya figuración en internet lo divulga sobremanera y lo hace actual (a pesar de que su autor falleció hace mucho), y cuyo contenido es  tan desorientador como prejuicioso para quienes se acercan de alguna manera al enfoque con ánimo de conocerlo mejor. La respuesta ya la terminé y la he colgado aquí.

RÉPLICAS A UNAS CRÍTICAS DE YELA CONTRA EL CONDUCTISMO

jueves, 5 de agosto de 2010

Interpretación de la Conducta Anticonductista


Dedicado a la "memoria infame" de algunos de los más obtusos y biliosos críticos del conductismo en la historia de las ideas: Sigmund Koch, Noam Chomsky, William McDougall, Joseph Wood Krutch, Arthur Koestler, Floyd Matson, A. A. Roback, B. D. Mackenzie, Jorge L. Tizón y tantos otros imitadores de menor cuantía...

INTERPRETACIÓN DE LA CONDUCTA ANTICONDUCTISTA
Alejandro Dorna y Hernán Mendez
(Fragmentos del Capítulo 3 de la obra “Ideología y Conductismo”, Barcelona: Fontanella, 1979, pp. 64-73)

Investidos por un comportamiento militante, la gran mayoría de los críticos anticonductistas esgrimen, como bandera de combate, una cierta verdad humanista universal... han logrado imponer un status ideológico a la reflexión en psicología. Poca importancia parece revestir que los juicios emitidos carezcan de fundamentos empíricos.
Algunas preguntas nos parecen pertinentes para mejor comprender la situación y el papel de los críticos:
¿Quiénes son los críticos?
¿Cuál es su status?
¿Qué representan?
¿Qué mensaje vehiculizan?
¿Qué intencionalidad tiene la crítica?
Incontestablemente un sector importante de los críticos pertenecen a la intelectualidad universitaria, militantes o simpatizantes con las ideas de izquierda. Sin embargo, dentro de esta “inteligentzia” podríamos —quizá arbitrariamente— distinguir dos grandes tendencias. A una la denominaremos “humanista contestataria”, pues la discusión parecen centrarla en los aspectos deshumanizadores y en el freno que el conductismo puede representar para el cambio social. A la otra, el término que hemos escogido para identificarla será: “humanista conformista”, en la medida en que su preocupación central gira en torno a los valores eternos del hombre y su puesto en la naturaleza.

1) Los críticos del humanismo contestatario 
Tributarios de un legado racionalista y científico, han incorporado muchas de las concepciones marxistas, sin que por ello se solidaricen forzósamente con su práctica política... en una gran cantidad de trabajos de los humanistas contestatarios se descubre, sin tener que escarbar mucho, que la práctica es apreciada más como producto del saber que como fuente del saber mismo.
Consecuentes con su información heterogénea, los detractores tenderán a representarse los problemas concretos como la expresión superficial de fenómenos más profundos y esenciales. La búsqueda de las fuentes trascendentales del pensamiento marcarán insensiblemente un cierto menosprecio por las cosas pragmáticas... Buena parte de su producción intelectual corresponde a un axioma lógico: la solución de los pequeños problemas sólo será real en la medida en que seamos capaces de desentrañar las raíces profundas que, en última instancia, las determinan. Axioma que, empapado de una cierta concepción del mundo, servirá de base al quehacer crítico, cuya herramienta favorita será el análisis metadiscursivo y la argumentación retórica.
Particularmente entusiastas en la denuncia de las arbitrariedades lógico-argumentativas e ideológicas de los demás, raramente demuestran una preocupación igualmente entusiasta por la verificación empírica de sus propias premisas. Su divorcio con los procedimientos experimentales es completo. En efecto, el tipo de trabajo que realizan y la forma como lo abordan se ubica preferentemente en las antípodas del quehacer científico.
Otro rasgo distintivo proviene de la propia actividad que realizan (profesores universitarios, escritores, ideólogos, etc.), cuyo contacto con la realidad se encuentra generalmente mediatizado por consideraciones intelectuales... conducta que es funcional a las tareas que se han asignado: producir pensamiento crítico. Forman en gran medida una suerte de “conciencia vigilante”, cuya labor fundamental corresponde, como diría Descartes, al discernimiento entre lo verdadero y lo falso, lo legítimo y lo ilegítimo, lo cierto y lo incierto. Claro está, en términos puramente lógicos. La dimensión experimental para verificar sus proposiciones se les escapa completamente, lo que parece no incomodarlos.
Productores de ideología... se yerguen como defensores de un hombre nuevo (abstracto) que estaría amenazado por la tecnología conductual. La destinataria de la argumentación anticonductista (humanista contestataria) sería una opinión pública sensibilizada a los peligros de la ciencia, y especialmente todos aquellos que se proyectan más allá de la sociedad vigente.

2) Los críticos del humanismo conformista 
La diferencia más radical entre los críticos contestatarios y los conformistas reside, fundamentalmente, en la importancia asignada al problema político y a la voluntad de cambio social. Sin embargo, comparten en gran medida las características socio-culturales y económicas con las cuales hemos perfilado a los detractores contestatarios.
Unidos indirectamente al poder vigente... cumplen plenamente un rol de conciencia vigilante. Atisban, desentrañan y advierten de los peligros que amenazan a la sociedad, aunque enmascarando generalmente los problemas reales, a través de una defensa ardorosa de los valores espirituales y culturales que han servido de base al sistema social actual.
Las tesis del dualismo cartesiano, en vez de causar picazones epistemológicas como a sus colegas contestatarios, son plenamente aceptadas y utilizadas con aristocrática propiedad. Constituyen los mejores exponentes del mentalismo y del idealismo filosófico, reaccionando con repugnancia, cortésmente contenida, ante la superficialidad, el pragmatismo, el materialismo, etc.
La ciencia, sinónimo de ateísmo y materialismo, tiene para los humanistas conformistas un significado perverso. Las fuerzas atroces desatadas por la ciencia y la tecnología son producto directo de una actitud deshumanizante que ha despreciado sistemáticamente los valores humanos, convirtiendo el espíritu en una función del cuerpo y del medio.
La antigua polémica entre materialistas e idealistas reaparece en forma vigorosa. Todo el “discurso” humanista conformista retendrá como argumento supremo el horror que les provoca la formulación de explicaciones que destronan al hombre como centro del universo y que excluyen la esencia divina del mismo... En sus alegatos en pro-del-hombre descalificarán al conductismo, porque, en términos concretos, representa la pérdida absoluta de su tutela sobre la psicología, último reducto sólido de las tesis del idealismo filosófico.

3) Las repercusiones de las imágenes anticonductistas 
Forjadores de imágenes, los representantes de ambas tendencias han logrado hacer del conductismo un monstruo sin rostro ni alma. Una especia de Anti-Cristo diabólico o un Anti-Marx mecánico.
Caso singular, en el cual los detractores han resultado ser mejores manipuladores de la conducta que los propios conductistas, elaborando a partir de tantos y tan dispares argumentos una posición lógica, coherente y en cierta forma defendible, sin más pruebas que la fuerza de sus juicios de valor y la explotación de las creencias y los temores de los neófitos.
Con porfía, los hechos nos están demostrando que el prestigio de la crítica... conserva aun su poder de persuasión, y la palabra escrita su magia inestimable. Como un Saint Beuve ayer, un Chomsky hoy, logran ser conocidos mundialmente por su labor crítica más que por el valor intrínseco de sus propios trabajos.
¿Qué hace que esta conducta se mantenga? En nuestra opinión... existe un evento reforzante especial. Su carácter militante... Soldados de una causa, los críticos han declarado la guerra a todo un mundo, a todo aquello que visualizan como relacionado con aquel... otros dos elementos se entremezclan para dar plausibilidad y autonomía tanto a las fuentes emisoras como a la calidad de los contenidos difundidos:
a) La actividad crítica (ideológica) no precisa responsabilizarse de las consecuencias que la misma tendrá sobre los demás. Su rasgo esencial está dado por su principio de “tomar o dejar”. El crítico elabora su pensamiento en una forma perfectamente individual, y dice en voz alta lo que piensa. Que su crítica tenga consecuencias no es su responsabilidad, pues su papel es denunciar, no hacer “justicia”.
b) La dialéctica crítica no pasa de ser una modalidad retórica, la cual constituye una gimnasia argumentativo-lógica, no precisa ni se siente obligada a presentar posiciones alternativas a las tesis criticadas. Así es como la crítica ideológica estará siempre próxima de la estética: no se sustenta en sí misma, sino en aquello que es capaz de evocar en el lector o en el espectador.
La enorme especialización del trabajo científico moderno ha impuesto que su quehacer y sus implicaciones epistemológicas y metodológicas sean cada vez menos conocidas por el público en general, e incluso por buena parte de los profesionales y técnicos que manipulan sus hallazgos. A lo cual se suma el gran retardo que existe entre el momento en que se descubren nuevas leyes y técnicas, y las posteriores correcciones y modificaciones que permanentemente se introducen. La divulgación realmente científica es generalmente tardía. El caso del conductismo es particularmente ilustrativo.
Entendámonos bien, a nuestro juicio la crítica ideológica es un instrumento útil y necesario, a condición de tomarla como reflexiones, jamás como verdades indiscutibles.

ENLACES DE ENSAYOS, LIBROS E INVESTIGACIONES DE WILLIAM MONTGOMERY URDAY

1.    No son todos. Faltan varios, y también los que han sido borrados por problemas de Copyright o tienen enlaces rotos. 1.       1. http...